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Y vinieron las palomas de grafito


Hoy les presento mi disertación realizada el 29 de julio en la presentación del poemario de Monthia Sancho, Palomas de grafito, publicado por Editorial Poiesis, acto que reunió a 100 personas en el Club Unión. Aquí el texto:

Y vinieron las Palomas de Grafito quizá en una bella bandada de 36 poemas, partidos por el vuelo o el papel en dos formaciones: Atril del Aire y Sexto tañido, ambas figuras evocando la música sublime, y en ambas con la adalid que es la poeta: Monthia Sancho, segura de que la palabra es capaz de despertarnos, sacudirnos, emocionarnos, hablarnos desde el silencio, en la curva metafórica que desnuda y enriquece el espíritu.

Y es que Monthia sabe que además de las voces que la cruzan, viene de una larga data de prosapia de inspiración: en su progenie viaja su viejo tío abuelo: Rafael Ángel Troyo, que incitaba a los vates a inventar el nuevo mundo desde su residencia cartaginesa y dejaba sobre los papeles dispersos del siglo XIX su impronta modernista. Y viaja también ese maravilloso ensayista de lo nuestro, crítico y fundacional, que es Mario Sancho, y también Daniel Gallegos Troyo, quien ha elaborado el bello y sentido prólogo para este poemario. Pero como están ellos y más y hasta los que su árbol genealógico pudo perder en el camino, la semilla de la inspiración cayó desde que esta mujer era una precoz adolescente, llena de rebeldías, y sus poemas y prosas fueron quedando guardados en rincones amables de su casa en Tres Ríos. Y algunos años después, luego de su periplo de maestra de preescolar, de periodista y hacedora de revistas y otros, de constructora de sueños y caminos y casas, de ejecutiva aseguradora, volvió a sacar los papeles refugiados en la sombra, me buscó y propició nuestra amistad luego de un recital y en la Feria del libro, me pidió que fuese a su casa a revisar sus materiales. Quizá no dejamos mucho de esos embates adolescentes donde la sangre empujaba a la palabra, pero empezó a nacer una nueva poesía, decir que es diferente es perogrullada, pues todo poeta lo es, todos somos diferentes y parecidos a la vez, porque todos usamos el mismo instrumento: la lengua que nos legaron nuestros padres y todos ponemos un hálito propio sobre lo que fluye en nuestras almas, unidas como partes de un ser colectivo y separadas por los propios fantasmas, ángeles y demonios que nos rondan, por vivencias que tienen puntos en común tanto como puntos de divergencia, sensaciones que solo cada quien percibe a su manera propia. Y por eso no nos da miedo la pertenencia, somos parte de un Colectivo de escritores y hacemos talleres literarios, tanto algunos con algo de reconocimiento ya, como otros que inician su formación: somos de Poiesis.

“De mi paso penden sueños, / el viento y los abrazos, / y en mi paso tangible solo consigo / transitar la luz del verso”.

Así inicia este poemario, este vuelo de palomas en fuga hacia la vida. Bien advierte el maestro Gallegos que este es un libro de amor, pero también un poemario desde la soledad hacia el asombro. Y hasta aquí mi paráfrasis del prólogo, porque luego este comentario quiere seguir con pies propios por el andamio del aire, por ese atril y ese sonido fuerte del sexto tañido que una campana de fe y fortaleza hace que irrumpa en el espacio y el tiempo.

Es también este libro un homenaje a la poesía, a la búsqueda de sentido de la vida, y hay algunas voces paradigmáticas a quien Monthia hace homenaje, una sobresale: Eunice Odio, o mejor, Eunice Amor, como le llama Monthia en su poema Revoloteo en reposo: “Ya no eres tres golpes sordos en el atril del aire”. “Ya no eres una fuga lúdica de notas / rotundas y ligeras, / azote en luto que ultiman los macillos”.

O hacia el final, en la segunda parte: (Ángel en tránsito): Lira gramatical de voces vertidas al exilio / por compases antagónicos.” Y por eso, nos enorgullece que este poemario sea el que inicia nuestra Colección Eunice Odio, en la Editorial Poiesis que hemos fundado precisamente para dar albergue a obras de calidad como ésta.

Y al margen de este homenaje a Eunice, como hay otros, sobre todo respecto a sus lecturas fundamentales: Maupassant, Ernesto Sábato, Mauriac, De la Bruyére, y hasta a su amiga la poeta Lucía Alfaro, y hasta las crónicas de Colón, quería destacar también con las citas anteriores, el gran amor a la música de esta poeta, que otrora fue también cantante en importantes Coros del país. La música anda y rebota por todas las paredes abiertas de su voz poética, así le dice al mar: “mientras meces tu cuerpo / bajo las sábanas infinitas del preludio”. Y en cualquier poema que abramos sus imágenes van de lo plástico y sensorial al sonido. Sí, es una poeta que sabe además encontrarse mágicamente con la sinestesia y que tiene todos los sentidos abiertos del disfrute, por eso, aunque parta del dolor, siempre hay una reivindicación de la vida y el arte, como su paralelo. La pintura está presente, lo visual, hay incluso un poema in memorian del pintor Pedro Arrieta; ella hubiese querido pintar como su amigo desde la infancia, que hoy nos acompaña: Cali Rivera, y ahora pinta y esculpe con sus palabras. Veamos sus plásticas imágenes. Así habla del puerto: “Lo he visto lanzarse / tras el paso apresurado / de cinco golondrinas”, (Sin puerto) no solo hay plástica sino que está en movimiento. Veamos esta otra perla: “Quiero saltar, / tocar la seda de tu luna gitana / y escalar su velo”. (Vigilia gitana).

También sus imágenes pueden ser altamente emotivas y emocionadas: “menuda astilla que se clava en el nervio / aferrándose a mi vuelo”. Sí, hay en esta poeta una preocupación por dar de sí la hondura del sentimiento. Así le dice a la noche: “En mis sueños transitaste / al sentir el olvido en mi tijera”. (Fugacidad). O en el poema Insidia: “hundes tu lengua en la llaga”. Y más adelante: “Nada es sordo en las paredes / y la luz desviste de golpe las traiciones”.

Resumiendo tres aspectos a rescatar: amor a la música y musicalidad en la palabra, sus versos siempre están constituidos con el sentido rítmico que requiere la poesía. Luego: plasticidad en sus imágenes y uso total de los sentidos para que percibamos la esencia desde nuestras sensaciones, y en eso, amor al arte visual. Y como importante paso, de la sensación se va al sentimiento, y nos toca y revuelca su palabra.

Y entonces aquí llego a un cuarto aspecto importante: poesía que nos hace reflexionar, que remite al concepto y clarifica el contenido. Toda buena poesía sugiere y utiliza la polisemia, pero a Monthia le interesa dejar su mensaje, en esto que no haya lectores perdidos. Y en este carácter esencial de la poesía revelativa y trascendente de Monthia, hay que decir su profundidad espiritual, su genuina religiosidad personal: “¡Cómo duele pedalear / estas verdades, sabiendo que Dios / afinará el lápiz / en todas las esquinas!” (del mismo Insidia).

O esta donde el nuevo vocativo es la muerte:“He de esperar la muerte / que sonríe ya en mi alma / sin miedos ni retrasos, / desprendiéndome absoluta / de este gozne que fustiga las entrañas” (Cortejo a la muerte)

Pero hay muchos ámbitos que recorre su poesía para hacernos reflexionar: los valores perdidos por la trivialidad y otros pecados capitales, la envidia, la vanidad, la soberbia, etc.,, y para ello a veces se utiliza la ironía: “No arrebates el sentido / a tus palabras, / azulísimas metáforas / que arrugas con el codo.”

Y otro ámbito es el metalenguaje que ya han podido percibir en mucho de lo que he citado, la palabra en pugna incluso con la misma palabra, o con la de la otredad, y si no, en franca complicidad. Su sentencia es clara: “Me hago visible / ante el abismo de la palabra” (Visible). Y algo más: se ha dado en señalar que el poema es un instrumento, una entelequia que no sabemos para qué existe, pero que no podemos vivir sin ella. Monthia nos presenta su argumento: la poesía sirve para que reflexionemos, para hacernos mejores seres humanos, para que aprendamos a disfrutar lo bello y la creación de Dios y de los hombres, pequeños demiurgos a veces desesperados, sirve para unirnos, por todo aquello que tenemos en común, para sensibilizarnos, para saber encarar el dolor y establecer el amor, desde una soledad que no se rinde.

Por eso, si inicié con el vuelo de Palomas en grafito, dibujadas por el lápiz en el cielo verdadero, aterrizadas en la tierra con música y pintura por arma, incipit de un libro que ha de ser insustituible en la mesa pequeña de todos sus lectores, concluyo con el abrazo que le debo a la amiga, que ha sabido entregar más de lo que con humildad he querido retribuir en nuestros periplos, de alguna manera totalizadora, enlazados por la poesía.

(abrazo a la poeta)

Ronald Bonilla

Coordinador Grupo Literario Poiesis

Presidente Editorial Poiesis


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