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Minor Sequeira

Nació en el cantón central de la provincia de San José, el mes de abril del año 1959. Es graduado de Licenciatura en la carrera de Administración de Recursos Humanos, de la Universidad Estatal a Distancia. Actualmente labora en el Ministerio de Seguridad Pública.

 

Uno de sus rasgos personales más característicos, ha sido su compromiso de trabajo a nivel de organizaciones políticas, sociales y deportivas, lo que le ha permitido un contacto con la realidad y con multiplicidad de personas y de experiencias, que se expresan con sencillez a través de sus cuentos.

 

Desde muy joven ha sido aficionado a la poesía, a la novela y al cuento. A partir de mayo del 2014, que se integró al grupo literario Poiesis, fue donde optó por especializarse en escribir cuentos cortos. Tiene el propósito de publicar su primer libro.

El Campeón

 

Treinta y cinco grados centígrados de temperatura. Empecé a estirar las piernas para calentar pegado a una de las barandas del gimnasio y ayudado por Guillermo, mi entrenador. Con semejante calor,  poca falta hacía el ejercicio. Miré hasta la última grada de la parte alta,  no había lugar ni para una persona.  Todos los espacios estaban llenos por gente de piel morena y curtida por el sol. Competir no era algo nuevo para mí,  sin embargo,  hacerlo fuera del país era distinto. 

 

En su mayoría los competidores tienen características similares, complexión atlética muy fuerte, cuello ancho resultado de largas horas de trabajo en el gimnasio.

 

Poco a poco,  fueron llegando los atletas, algunos los conocía por referencias,  aunque era fácil distinguir quién era quién,  los mejores por lo general iban adelante, sus compañeros le hacían guardia, leshablaban bajo y con un cierto dejo de sumisión y respeto.

 

A él lo vi entrar y no tuve duda de quién era: un príncipe delante de su séquito. En la parte de atrás de su yudogui,  un rótulo tenía escrita la leyenda: “En Cuba”.  No necesitaba carta de presentación. Durante varios años estuvo entrenando en esa nación,  se decía de él,  que únicamente había tocado la lona con la planta de sus pies o por su propia voluntad. 

 

  • Es él –dijo Guillermo.

 

No hacía falta tal información,  era obvio.

 

  • Recuerda lo que te he dicho, no le demuestres miedo, no te dejes amedrentar-continuó diciendo Guillermo.

 

Prosiguió conversando un rato más aunque ya casi no le escuchaba. Seguí calentando por un periodo corto, hasta donde el público lo permitió.  Un ruido ensordecedor brotaba de todas las gargantas: “¡David, David, David!”.Era su campeón, venían al lugar a verlo ganar; lo que siempre hacía. No había perdido nunca en su país.

 

David se mantuvo conversando durante un rato con su Sensei y con algunos de sus compañeros,  después se retiró rápidamente de su grupo y caminó directo hacia mi persona.

 

  • He estado entrenando para matarte –me dijo.

 

Aunque estaba preparado para eso,  instintivamente, a pesar de toda la preparación psicológica que había tenido, su mirada firme y su resolución,  hicieron que me preocupara un poco.

 

  • Eso lo vamos a ver -le dije con determinación y tratando de no mostrarme asustado.

 

Hizo la pantomima de agredirme,  y uno de sus compañeros lo detuvo.

 

Gané tres combates previos, con rivales accesibles, según mi entrenador. Minutos después pronunciaron su nombre primero y después el mío. No había más, el momento para el que me preparé, llegó. 

 

Nuevamente el gimnasio se volvió una locura apoyando a su campeón. Tuve durante ese torneo la oportunidad de verlo competir  un par de minutos y deshacerse fácilmente de los rivales de turno. Por ese motivo, ya tenía idea de lo que era capaz de hacer. Antes de que yo pudiera pensar en algo, me encontraba vertical,  con la cabeza a cincuenta centímetros del tatami, no hubo tiempo para especular en nada, el instinto me salvó, simplemente di la vuelta en el aire y logré caer de pie. El público se volvió eufórico. No apuntaron ningún punto a favor de David, seguimos luchando cerca de siete minutos, de forma muy pareja.  A pesar del orgullo, la bravía y la fuerza que percibíen David,  me dejó la impresión de que con su mirada me decía:“gáname donde quieras,  pero no aquí, entre mi gente”.

Al final de la competencia, mientras me encontraba en la entrada del camerino descansando de la pelea,  se me acercó una mujer y me dijo: “Soy la esposa de David,  mi marido y yo, queremos invitarte con nuestra familia a que conozcas la ciudad”.

 

Hoy al mirar esta vieja foto, tomada junto al malecón con la familia de David,   recuerdo la forma en que me trataron y los dos días que pasé con ellos, entiendes por las emociones que despierta en tu interior, el motivo por el cual, una fotografía  puede ser considerada una obra de arte o un poema.                 

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