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Melissa Vargas

Narradora y actriz

 

Melissa Vargas Villalobos (Meli Vargas) Nació el 09 de diciembre de 1993 Terminó sus estudios de secundaria en el Colegio Humanístico Costarricense en el año 2011. En el 2012 entra a la Escuela de Artes Dramáticas de la UCR, y actualmente es estudiante de la misma. Ha participado en varios montajes del Teatro Universitario cómo El país de Us en el 2012, Laboratorio de Alucinaciones en el 2013 y Segundo Cuerpo en el 2014. Así como en otros grupos independientes. En lo que respecta al campo de la literatura, desde el 2013 está empadronada en la carrera de Filología Española en la UCR, y ha tomado talleres literarios con David Lépiz, Anacristina Rossi, Walter Fernández entre otros...Pertenece al grupo literario Poiesis desde hace unos tres meses.

Líneas Rojas 

 

 

 

La noche tenía un encanto especial en ella. Tomaba cada una de sus facciones y las transformaba en una diosa de la caza, con sus ojos brillando a la luz de la ventana abierta, que iluminaba sin pena el arco de su cuerpo desnudo. Era sin duda alguna la mujer favorita de todos los grandes señores que pasaban por el burdel.

 

La luz nunca le había sentado bien. Cada vez que un cliente encendía el apagador, podía ver como miles de líneas rojas escapaban de su cuerpo, y se iban a través de la ventana, perdiéndose en las callejuelas de esos lugares de mala muerte. E inmediatamente, con sus manos de diosa, apagaba el maldito sol que tenía en el cuarto. Y encendía una fogata en su boca, con un largo cigarro blanco para acabar con su labor, y enredarse en el remolino de recuerdos que la abordaban.

 

Su olvido era aquellas frases que ahora eran solo murmullos. Le habían dicho que  el amor sería eterno, le dijeron que amar era maravilloso. Y lo había creído con todo su ser, hasta que la luces de su cuerpo se fueron desvaneciendo en los brazos de esos hombres que pagaron su cielo con infierno.

 

¡Ella!  Una delicia más de este jardín afrodisíaco. - “La niña que quería amar. ¡No! La mujer que quería que la amaran” – Se decía así misma cuando el humo del cigarro abandonaba sus labios. Había pasado toda su niñez pendiente de lo que su madre, podría decirle del amor –Nunca se es suficiente – le repetía cada vez que la veía.

 

Nunca supo muy bien cómo empezó. Si en el fracaso de sus padres, en la soledad de su madre, que refugiada en las tareas no se fijaba en ningún otro hombre, o en las mujeres de su padre. Nunca supo por qué, pero amar le era tan necesario que comenzó a buscarlo desde siempre.

 

Y su voz de niña le siguió hasta el último de sus sueños, años después. Amar le fue tan extraordinariamente arrebatado, que nunca nadie había querido tanto que la amaran como ella. Ella. – Diosa de las delicias – le decían unos grandes labios a sus finos oídos. Muchas veces derramó sus lágrimas y pocas, cuando los hombres que la vieron llorar aliviaron su llanto con palabras o gestos amables. Ninguno de ellos entendía por qué esta mujer quería amar  de una manera tan desesperada.

 

Pero a ella le habían dicho que amar era magnífico. Nunca se detuvo a pensar en el  amor. Hasta que sus manos comenzaron a ser sólo dedos y su corazón un simple músculo. Hasta que las líneas rojas que ataban sus sueños, se esparcieron a la sombra de aquellas sábanas.

 

Quizá, empezó con la primera mirada del niño de la mesa de enfrente, o el beso de despedida del vecino. Empeoró con la entrada al colegio. Mejoró, sin duda, con el primer “me gustas”, pero nunca terminó con el primer “démonos un tiempo”. – decía discutiendo con los óvalos de humo que se arremolinaban por su cuello.

 

Amar para ella era una decisión que aun no había podido tomar. O era muy pronto, o era muy tarde. Pero nunca era. Lo había deseado desde lo más profundo de su ser. La lastimaban. Lastimaba. Lloraba. Reía. Su vida sólo se parecía a los libros, en que ambos, en algún momento, acaban.

 

De pronto ya no había más humo. Sus piernas tambaleantes encontraron el camino a la cama. Y depositó sobre el colchón sus penas de diosa. - Amar sería una experiencia maravillosa. Miles de personas dispuestas a ser encontradas y sin embargo, millones esperando no ser vistas. Nadie espera ser amado en estos días – le había dicho el hombre cuando se fue. – Nadie espera ser amado, por mí – le había susurrado ella.

 

Miles de líneas rojas atravesaban la vida de las personas que la rodeaban, solo que  terminaban en un lugar lejos de ella. Era como verlo todo y caminar ciega por la vida. Había sido tantas cosas, que ya no podía ser nada más. - “Es como si toda la felicidad que pude haber tenido se hubiera agotado”- Decía mientras comenzaba a meter su cuerpo bajo la calidez de la sabana y regalaba para sí una sonrisa.

 

En ese lugar, todas tenían historias similares a la suya, pero  hablaban un idioma distinto. Era la historia de una mujer que se había encontrado con muchas otras mujeres que nunca la habían volteado a ver, pero le habían contado su verdad. Cada una de ellas había perdido algo importante. Así como cuando olvidamos las llaves para no querer salir de casa, ella había olvidado su corazón.

 

A ella le habían dicho que amar, por lo menos, hacía un poema hermoso, una melodía perfecta y a un olvido inevitable. A ella le habían dicho que no había historias como la suya, sin embargo, sentía en su pecho los recuerdos de todas las mujeres anteriores a ella. Cada una de sus palabras, en aquel cuarto vacío, tenía el fantasma de un punto y final, de alguna niña con voz de mujer.

 

–Niña, vos sos una mujer que nunca ha amado. – repetía para conciliar el sueño. No había duda que la noche tenía un encanto especial en ella. Convertía en diosa sus pequeñas facciones de niña, que poco a poco, comenzaban a desaparecer, entre las líneas rojas de aquellas calles del burdel.

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