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María Pérez Yglesias

Nacida en San José el 10 de abril de 1949.

Desde muy joven participa en baile,  teatro, voluntariado en la Escuela de Enseñanza Especial y Hospital de Niños,  organizaciones juveniles y actividades de trabajo con la comunidad. Después de obtener el Profesorado y  Licenciatura en Filología,  Lingüística  y Literatura, en la Universidad de Costa Rica, realiza un Doctorado en  Comunicación Social en la  Universidad Católica de Lovaina, Bélgica (1982). Desde 1970 y hasta el año 2012 trabaja en la UCR  y  alcanza el grado de Catedrática en 1986.  Profesora de secundaria en el Liceo de Moravia y el Liceo José Joaquín Vargas Calvo; de  grado y posgrado en diferentes escuelas y Sedes regionales e investigadora, dirige numerosas tesis, participa  como conferencista, presenta resultados de investigación en actividades nacionales e internacionales,  coordina múltiples comisiones dentro y fuera de la institución, forma parte de equipos de evaluación, dirige la Maestría en Literatura, asume el Decanato del Sistema de Estudios de Posgrado, durante 8 años y, a partir del 2004, la Vicerrectoría de Acción Social.

Autora de más de cien publicaciones académicas con temáticas como  medios de comunicación,  caricatura e historieta,  literatura costarricense, entre otras…

Empieza a escribir literatura después de los cincuenta. Boleros nos volvemos tango y Las fronteras de la Luna y el Sol (2008) son sus primeros libros literarios y luego se publican: Silencio, el mundo tiene el ala rota, Piojitas y piojosas, Mapy y la Monja que vuela, Cerro Pelón, lágrimas de barro y Anclas sin poema, “Hacker y el expediente CLO-B=X”,  en Te voy a recordar (ciencia ficción),  todos editados por la Universidad Estatal a Distancia.

Escribe  la columna “Pensar y reír” en el Diario Extra  y  “Cartas a María”, en la Revista Proa de La Nación por siete años.  Entre libros y capítulos, algunos en coautoría, se pueden citar: Ideologie et intertextualité: La  B.D. critique latinoamericaine, 82; "Costa Rica y el NOIIC:¿Proyecto alternativo o  coyuntura política  aprovechada?, 87;  La historieta participativa: Supertiñosa  ayuda a Los Agachados  ¿Qué  pensará  Mafalda?, 88; "Democracia, libertad de expresión y medios de comunicación en Costa Rica, 89;    "Costa  Rica y el proyecto neoliberal: las  comunicaciones  al ritmo del mundo", 92;  "Identidad   de   identidades: ¿Hacia   una   identidad hegemónica?", 92;  Caricaturas, humor y reflexión: la pluma sonriente 13 años después, 94;  Ideología e intertextualidad: la historieta crítica latinoamericana, 95; La prensa costarricense al ritmo del mundo: el reto continúa, 96; “Costa Rica entre la educación y la legalidad políticas de reconocimiento y validación de títulos.” CINDA,  98; “Mujer, iglesia y organización comunal: Palmares, Costa Rica (1880-1930), 99; "Leda Cavallini y Lupe Pérez: Mito, historia,  arte y espectáculo. Un reto del teatro actual",99; Trabajo Comunal Universitario: la conquista de un derecho, 07.

 

Actualmente participa con el grupo Poiesis y forma parte de la Asociación Costarricense de Escritoras.

Gemelitas por fuera…

 

Cierro los ojos y me veo en la limusina que hace viajes colectivos de New Jersey a New York.  Ese día somos cuatro pasajeros:  dos nos dirigimos  al aeropuerto,  la mujer joven  a un hotel cercano  y el extraño  turista japonés  a una calle misteriosa marcada en su mapa.  

Ese día nos levantamos de madrugada. Mis amigas me  acompañan a desayunar y les agradezco el fabuloso fin de semana  que pasé en su casa.  El descanso me cayó de película después de unos agitados días de trabajo y siento que vuelvo a Costa Rica con una placidez que no sentía desde mucho tiempo atrás.

         El elegante transporte, usualmente para ricos y famosos, llega a la hora prevista  y  parto sin novedad,  con un poco de nostalgia  y un mucho de agradecimiento.

         Los equipajes vienen a la vista y,  dejando de lado al japonés que nos regala parcas sonrisas,  los demás tratamos de comunicarnos en “spanglish”.   La mujer se baja apresurada  y  buscamos la dirección del nipón.  Lacónico y encerrado por dos auriculares que nunca se quita, el fotógrafobaja, coloca el maletín de la cámara en su hombro derecho y toma la maleta.  Ya en la acera comienza su marcha a toda la velocidad que le permite el peso del equipaje. 

Lo  veo alejarse vestido de una forma curiosa y una corazonada me obliga a mirarlo de nuevo.  En ese instante grito y le pido auxilio al chofer que no entiende ni una palabra de lo que está sucediendo.  Trato de expresarme en inglés y me enredo con el francés a tal punto  que solo logro desconcertar aún más a mis acompañantes. El chofer aterrado frena estrepitosamente.  Me bajo sin esperar que el auto se detenga,  dejo la puerta abierta de par en par  y  llamo  al japonés que aprieta el paso como si de antemano alguien lo persiguiera. La gente nos mira extrañada y un policía se acerca a la limosina con cara de pocos amigos  El  hombre que conduce  trata de explicar lo que no entiende y el otro pasajero corre detrás de mí tratando de calmarme.   Toco la espalda del japonés y después de sacudirse y apretar el bolso como si se lo fuera a robar, me  mira aterrorizado. Cuando el otro nos alcanza  se asusta aún más y se aferra a “sus-mis” pertenencias.  Me devuelvo corriendo  a la limusina angustiada por el  pasaporte, la computadora y el pasaje y regreso en minutos para recobrar mi valija. El otro pasajero, muerto de risa,  arrastra a la “gemelita” negra   desde el auto.  

Abrimos mi equipaje cerrado a la fuerza y empacado como un rompecabezas, es decir, de forma que calcen las piezas y no sobre ni un milímetro de espacio. Como no tiene llave es fácil de abrir y  al descomprimirse saltan  los zapatos, la ropa y mil chunches que viajan como regalos.  El japonés no puede cerrar la boca y, por unos instantes, sus ojos almendrados se vuelven redondos.  El policía quiere cerciorarse de que la otra maleta es del turista asiático  y  le pide la llave.  Su ropa descansa perfectamente doblada  y  en un pequeño maletín  sus  cosas  personales parecen recién compradas.  El policía nos mira con desconfianza y decide revisar minuciosamente ambas valijas.  Después de la vergüenza de ver semejante tilichero tendido en la acera, mi dilema es cómoempacar de nuevo   la valija  sin que queden por fuera la mitad de las cosas.   El  problema del japonés justificar por qué en lugar de la cámara y los implementos aparece un enorme paquete de mariguana.  Mientras nosotros regresamos a la elegante limusina, el turista japonés –ahora políglota- trata de explicarle al policía  lo de la droga.

Por suerte traemos tiempo  para perder y el resto del itinerario al aeropuerto acontece sin  grandes contratiempos.  A la hora de pagar  la limusina mi tarifa  se había  triplicado  y, como no tenía dinero suficiente para pagar, hubo que devolverse a un banco y hacer cola.

En el aeropuerto las cosas transcurren normalmente y si no fuera por el percance de la valija, el costo del  pasaje, la llegada a último minuto a la puerta de salida,   la tormenta que nos obliga a permanecer en el aire media hora suplementaria y  la dormida  de esa noche en un hotel panameño,  podría afirmar que el viaje resultóplácido y maravilloso.

 

María Pérez Yglesias

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