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Marianela Sáenz

Poeta

 

De San José,  graduada en Turismo, con estudios en diseño gráfico y Mercadeo. Ha trabajado en varios hoteles y empresas en el área de ventas. También ha brindado apoyo en el área de Relaciones Públicas y Mercadeo.

Escribe desde los 9 años. Inició con prosa, cuentos cortos y se enamoró de la poesía en la adolescencia. Ha realizado trabajos de modelaje para el Grupo Nación y distintas marcas comerciales. Fue Guía Turística en la Universidad (ULACIT) como parte de un proyecto piloto que involucraba a los estudiantes más avanzados en la carrera, con los novatos con el fin de mejorar los planes de estudio y las giras de campo. Trabajó en el Primer Festival Internacional de Teatro San José por la Paz en 1989, actual FIA, como asistente de la Organizadora en Jefe Sra. Liliana Argüello.

Ha participado en forma independiente en la lectura de poesía en la Casa del Artista en el 2012 y en otras actividades de carácter privado, así como concursos,  donde ha combinado la lectura, con la exhibición de algunos de sus trabajos fotográficos.

Le gusta la fotografía y la danza y tuvo la oportunidad de formar parte de un grupo independiente, parte de una compañía cubana por tres años.

En el 2004 hizo un taller junto con Doña Julieta Dobles, en la Alianza Francesa y al finalizar dicho taller, Doña Julieta la invitó a asistir a las reuniones  del  Círculo de Escritores Costarricenses, las cuales se realizaban en su casa. Más adelante, luego de participar por cerca de dos años, continua  vinculada al grupo POIESIS hasta la fecha.

 

 

CIUDAD REBELDE

 

 

Me até al destino corrugado de los techos,

temblando apenas,

como el cinc cubierto de aguacero

y escribí fragmentos de este amor

de vino tinto y besos,

de esta rabia a quemarropa,

del impedimento absurdo

ante el robo de mis sueños.

 

Esculpí la oscuridad,

me negué a olvidar,

a aceptar estas veintenas

que van abrazándonos lentamente el cuerpo,

y disfruté de la osadía egoísta de situarme de primero,

sufrí la adoración de tus manos,

de los relojes ciegos, de tus labios.

 

Recorrí a contravía la autopista,

acompañante suicida de tu miedo,

deslicé mi mano en el agónico fragmento de la luna,

sitié las ciudades de la culpa,

recurrí a la ignominia de mis acuerdos previos,

a la amnesia insalubre y lujuriosa,

a la inocencia codiciosa del encuentro.

 

Y me desperté cantando,

mientras al otro lado del frío,

en la ironía absurda de lo cotidiano,

murales colmados de grafitis perversos,

protagonistas inconformes de su anonimato,

me miraban heridos por sus colores intensos,

como almas que no alcanzan,

el descanso aletargado de lo bello.

 

No en vano de tanto amar nos duele el cuerpo,

prófugos de la posibilidad,

consumidos y sedientos de común acuerdo.

 

 

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