María José Calatayud
Poeta
Nací en Valencia, España, el 7 de agosto de 1948, residiendo posteriormente en Zaragoza, donde cursé estudios de bachillerato en le Colegio de la Anunciata, y superiores en la Escuela Técnica de Comercio. El año 1991 decidí instalar mi residencia en Costa Rica, adquiriendo la ciudadanía costarricense el año 2000. En 1996 me integré en los cursos del Círculo de Poetas Costarricenses para la formación de escritores, con Laureano Albán y Julieta Dobles, grandes maestros, intentando con ello hacer realidad mi constante vocación por la poesía. Circunstancias me alejaron del Círculo. Hoy he vuelto por la necesidad de alumbrar ese paisaje que llevo conmigo y que pugna por vivir a través de mis poemas, con el inspiradísimo poeta Ronald Bonilla, otra vez con Julieta Dobles, poeta que me cautivó y a la que admiro y, formando parte del Grupo Literario Poiesis, espero con el apoyo de todos lograr mi objetivo: Ver publicada mi obra poética.
“...la poesía es algo que anda por las calles. Que se mueve, que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio, y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas.” Federico García Lorca.

Anatomía de la lluvia
Llueve.
La luz cincela
un surco reflejado en mi ventana:
Son dos gotas de lluvia que resbalan
desde un silencio amplio,
paralelas e inversas.
Igual que lágrimas
aisladas en el aire
nacidas de la esencia de una nube,
apenas piel de agua,
o latido de sombra.
Todo es profundidad.
Al verlas siento
que nazco y me derramo
padeciendo el asombro
de saberlas morir.
Y son solo dos gotas
buscando un centro,
diminutas partículas
queriéndose juntar
en ese mundo
de humedad cautiva
que perfila un dibujo
en el cristal.
Así fuimos tú y yo,
tan solo dos amantes desunidos,
dos cuerpos descendiendo
del éxtasis de luces invertidas
desnudos a las sombras paralelas,
separados y afines.
No pudimos hallar en el espacio
un instante sincero, un solo instante
-como esas gotas de agua
que hoy me habitan-
convergente de amor
entre los dos.
Llueve,
y yo resbalo hacia el dolor en punta
de otra tarde de lluvia
y un adiós.
CLAROSCURO DEL OLVIDO
Y te busqué en los límites sin fin
de aquella noche
que fue de la memoria
hasta la cruz del alba.
Un ocaso de rojos arenales
y en los ojos el brillo de la sal.
Cómplice por los labios un conjuro
prohibido de mañanas
y la humedad caliente de tus manos
recorriendo mi piel.
En la nocturna playa solitaria
rompió el verano
por los oscuros ríos de mi sangre
y yo te deseaba,
caracola desnuda en las arenas,
bajo un farol de luminarias confundidas
por el latido de luz
de nuestros cuerpos en el agua.
Del alba el claroscuro,
remontó por los vértices latentes
de la espuma del mar sobre nosotros.
Parpadeaban las olas un silencio
ondulante y sereno,
hasta morir, azul marino, a nuestro lado.
El sol traía la aurora recién nacida
sobre la lágrima en sombra
de un reflejo de luna.
Y presentí el olvido
—agazapado—
detrás de tus pestañas.