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José Manuel Godínez Salazar

Filólogo, periodista

San José, Acosta. Estudió primera enseñanza en la Escuela República de Panamá y la segunda con los Padres Salesianos en el Barrio  Don Bosco, San José y en El Salvador, donde también aprendió estenografía y adquirió una buena base lingüística con estudios de Latín, Griego, Inglés,  Italiano y  Francés.

Se graduó como Filólogo en Español y Licenciado en Periodismo en la Universidad Autónoma de Centro América y ha revisado alrededor de 100 tesis. Trabajó en Ministerios de Agricultura, Hacienda, ICE, UNED, ICT.  En empresa privada dirigió la revista turísticas JOIN US,  periódico La Unión, GENTE MAYOR y colaboró en Crónicas de La Unión. Tiene 2 libros inéditos “Río Azul… saca pecho “, y “Retahílas, epigramas y cuartetas”. Miembro del Grupo Literario Poiesis.

¿Para qué sirve ser poeta?

Esta pregunta se la hacía a menudo  don Chico Quesada, el que allá por los años  setentas, trabajaba  con nosotros, corrigiendo pruebas en La Nación. Recuerdo bien lo que decía ¿Para qué sirven los poetas ?....viera yo!

La tenía contra los poetas  y claro, es que quizá no sabía qué era ser poeta o quería serlo y no podía.  Yo le daba la razón a don  Chico, pues creía que nadie le echaba  nada a la olla solo por ser poeta.  Y menos aún  cuando leía pasajes como el de aquel mozo que le pidió a  Garcilazo  que le enseñara a hacer aunque fuese una oda chapucera y De la Vega, después de decirle que debía estar loco para meterse a poeta, le aconsejó: Forme usted líneas de medidas iguales y luego las coloca juntas, poniendo consonantes en las puntas.

-¿Y en el medio, qué pongo?, dijo el joven.

-¿En el medio? Ah, ese es el cuento.

-Hay que poner talento.

Yo también, en el fondo, quería ser poeta, pero…el  talento ¿de dónde lo agarraba?

 

No hay en la pulpería

Fui a comprar una libra de talento y un paquete de inspiración en el super y como no había, me fui a buscar “talento” en el diccionario y por dicha encontré que una de las acepciones es “inteligencia”, la que como todos la tenemos aunque sea poquita, es cuestión de abonarla y mejorarla.  Y para eso, nada mejor que un taller.

 Me fui con mi amigo  Pedro Núñez a oír el desarrollo de un taller del grupo Poiesis conducido por el Premio Magón don Ronald Bonilla, y oí y leí los trabajos  que presentaron quienes van a ese ejercicio a aprender e incluso a enseñar cómo se mejora el arte de escribir.

  Me quedó claro lo que dijo don  Ronald Bonilla. Hay que leer mucho y escribir mucho para mejorar la expresión literaria.  Y diciendo y haciendo, ya de vuelta en casa me puse a leer en libros y en internet qué es poesía, qué es ser poeta, y sobre todo qué es poesía moderna, porque de la clásica algo sabía y me animaba a escribir en rima consonante. Pero la poesía moderna ya es otro cantar.

Estoy arañando los 80. La edad se me vino encima… y no puedo esperar que me venga la inspiración, sería  imposible pretender que un día amanezca con talento por arte de birlibirloque.

 

Trabajo es la receta

Hay que  informarse cómo se hace, me dije y yo tengo que llevar al próximo taller las  dos páginas de rigor, donde figuren por lo menos las ideas sobre cómo llegar algún día a “poetearme”, si es que no es desparpajo e irreverencia, usar esa palabra.  No había tiempo de leer mucho en una semana, menos  libros de poesía. Por dicha me encontré un reportaje en el periódico La Nación donde el poeta nacional José María Zonta nos abre los ojos contándonos cómo ha llegado a la cumbre donde se encuentra, ahora que acaba de recibir un importante premio de 50 millones de colones.

Y en resumen habla José María de planificación, de trabajo, de entrenamiento,  de sacrificio. Zonta tampoco cree en dejárselo todo al talento, a las musas y rayando en la osadía viste a la poesía de empresa a la que hay que darle pensamiento e ingenieria para el futuro.  Y como si eso no fuera atrevimiento llega a hacer de ella un símil con el fútbol.  No  se debe despreciar cualquier oportunidad de patear bola todos los días en equipos rejuntados,  mejengas barriobajeras, partidos en broma o en serio, jugar miércoles y domingos, torneos especiales, partidos de invierno y verano, participar en todo y así tal vez, esperar a fin de año la Orejona. 

¿Poetas para qué?

Y para responderme a mí mismo y a don Chico (q.d.D.g) su interrogante de para qué sirven los poetas, he empezado a aprender que son los que manejan la  “palabra” que en latín significa verbum (in principio erat Verbum, et Verbum erat apud Deum).

Los poetas  son los  que han revolucionado al mundo en muchísimos aspectos.  Vale, entonces la pena estudiar para poeta, aunque sea un poco tarde, pero con el método infalible que es el trabajo, olvidándose  del talento y de la inspiración y votar por la filosofía de  José María Zonta y de Pablo Picaso:

Si me visitan las musas, que me encuentren trabajando.

 

                                                                                       José Manuel Godínez Salazar

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