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Andrey Araya

Poeta, narrador y miembro fundador

 

 

Actualmente cursa su Licenciatura en Comunicación de Masas, en el Colegio Universitario San Judas Tadeo. Trabaja en el Banco Nacional. Ha escrito crónicas para proyectos de Hábitat para La Humanidad Costa Rica y un par de artículos de opinión que se publicaron en El Financiero y La República. Tiene un libro de cuentos inédito titulado Ojo de Ballena, el cual ya fue aprobado para su publicación por la editorial EUNED, además prepara un poemario en revisión.

 

Fragmento del cuento: “La tía Carmen y el dinosaurio”

 

Lo sienta sobre sus regazos y lo pone frente a la computadora. Él siente los fuertes muslos como una enorme presencia bajo su cuerpo y lo inunda el deseo de bajarse inmediatamente y salir corriendo de allí, pero logra contenerse porque sería demasiado evidente y lo mejor es aparentar indiferencia. Además, su tía le ha dado una orden y desea cumplirla porque siempre ha querido escribir, pero piensa que es muy temprano para eso, que está fuera de tiempo y de lugar aunque siempre se sienta así, como si el mundo se deslizara alrededor suyo sin fijarse en ningún sitio, en ninguna pared ni calle, ni en esa vieja y enorme casa en la que ahora están solo él y Carmen.

 

Sabe sobre qué quiere escribir pero no se atreve. No lo hace porque tendría que escribir acerca de los muslos de su tía, acerca de las arañas que le pican el vientre a su contacto. Siente que está mal pensar esas cosas y por eso no las escribe. En lugar de eso, miente. Quisiera conocer todas esas palabras que Carmen ama y con las que logra imprimirse como un tatuaje en cada rincón de la casa.

 

Madre

 

Madre…

tu sangre desnuda

es el inicio de todos los mares,

de todos los caminos,

de todas las fugas,

de mis pensamientos perdidos

como palomas en trance.

 

Sigue llamando al crucifijo

con el que me persignas cada mañana,

que aun en mis noches de fiesta,

cuando me gana el vientre

y esta sed de tiempo

me atora las calles y el humo en la garganta,

-aun entonces-

llevo tu canción de cuna

como una moneda en el bolsillo:

y sigo llevando invisible

el calendario de animales

donde me inventaste la palabra.

 

Me has engañado,

madre -nos has engañado a todos-

No soy yo el que te sobrevivo:

intercambiaste la eternidad

con el azul giroscopio del mundo.

Y te has quedado para siempre

en las paredes del hogar

con el truco de tu risa,

en el zaguán

y su olor al café piadoso de la tarde,

en el miedo nocturno

que atabas a la pata de mi cama

para doblegar los malos sueños.

 

Te has quedado en la ida

y vuelta del horario,

en la campanilla de aluminio

que hiere el silencio

del cielo al techo,

 

Te quedas en el alfabeto

con el que te multiplican los idiomas,

en las vaquitas incansables de la cocina.

 

Te quedas en mi cuadernillo

de palabras rotas y vencidas,

en el último beso

que algún día me habrás de dar…

 

Nos has engañado a todos, madre,

porque te has quedado

hasta en el incansable tamborcillo del olvido.

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